Estos días estoy leyendo el libro El curriculum oculto (Torres, Jurjo. Madrid: Ediciones Morata, 1991. ISBN 84-7112-351-7). Supongo que a nadie es ajeno este concepto de "curriculum oculto", del cual se viene hablando desde hace algunos años. Mediante esta expresión, se hace referencia al conjunto de enseñanzas que, voluntariamente o no, se imparten en la escuela, sin que el mismo quede reflejado en ningún documento ni forme parte de ningún plan, y que servirían para perpetuar las relaciones desiguales entre las personas. Por ejemplo, la asignación de roles de género que se lleva a cabo cuando se trata en forma diferenciada a los niños y a las niñas, llegándose incluso a esperarse más o menos de un alumno en concreto dependiendo de si es un chico o una chica.
Conceptos como "curriculum oculto", "teoría de la reproducción", etc., están ligados ideológicamente a posturas más y menos izquierdistas, incluso marxistas (neo marxismo, teoría crítica, etc.), aunque no se nutren exclusivamente de materiales provinientes de ese campo (es habitual la utilización de materiales propios de la sociología, sobre todo en lo referente a los tests, las bases de datos estadísticas, etc., que suelen ser muy reveladoras acerca de cómo se reproducen determinados tipos de relaciones entre clases sociales con el paso del tiempo). Obviamente, nadie medianamente sensato pretendería que se tomasen al pie de la letra, pero son el tipo de teorizaciones que, si uno es mínimamente honesto intelectualmente, debería tomarse el trabajo de leer. El libro sobre el que estoy escribiendo, además, tiene la ventaja de funcionar muy bien como manual de historia de la pedagogía sobre estos puntos, dando un vistazo general muy certero, muy eficiente.
Sobre el tema que nos ocupa, que es la Educación Musical, el autor, catedrático de Didáctica y Organización Escolar en la Universidad de la Coruña, dedica las páginas 107 a 109. Partiendo desde su visión, comienza sosteniendo que:
Incluso un área como la música, que no acostumbra a gozar de prestigio ni a ser considerada una asignatura importante, juega un papel decisivo a la hora de crear el habitus reproductor en cada estudiante.
Ya que en el área:
se hace una defensa de una concepción de la música coincidente sólo con los intereses de algunos grupos sociales.
En este sentido, "la ópera y la llamada música clásica", en tanto estilos coincidentes con los gustos de "las clases sociales superiores y medias altas", serían las únicas tomadas verdaderamente en serio, silenciándose o ninguneándose otros lenguajes musicales los cuales sí coincidirían con las clases dominadas (antes el jazz, después el rock, etc.). Además:
existen grupos de las clases sociales superiores y medias altas que desean defender y mejorar su categoría e importancia en la jerarquía social y cultural, y una de las formas de lograrlo es regulando el acceso de las distintas clases y grupos sociales a la educación artística, facilitando oportunidades a unos y negándoselas a otros
Con lo que la enseñanza de la música serviría, también, para reforzar la estratificación de la sociedad (como buen elemento reproductor) y de legitimación de las clases altas, ya que:
La selección que realiza la escuela de lo que es la cultura musical viene, por tanto, a reforzar y a legitimar los gustos y sensibilidades de los grupos sociales privilegiados.
Además, y como método para reforzar lo que se explicaba antes (aquello de que se buscaba regular el acceso a la educación musical, "facilitando oportunidades a unos y negándoselas a otros"), en relación al tipo de formación musical que se impartía en las aulas:
Desde hace ya bastantes años, existe una coincidencia entre todas las personas especialistas en educación musical en que esta enseñanza debe tener entre sus metas algunas como las siguientes: aprendizaje de destrezas musicales (lectura, escritura y expresión musical); facilitar una comprensión y apreciación de las cualidades de las obras musicales; fomentar la creatividad; permitir el conocimiento de nuestra herencia musical, etc. Sin embargo, «la definición prevaleciente de 'lo que cuenta como música' en la escuela, con su énfasis en la capacidad de leer y escribir música, la provisión de información sobre música y la enseñanza de la teoría musical (...) hace de la 'disciplina' de música otra disciplina 'académica' con su énfasis en la lectura y escritura musical, la teoría abstracta, etc.» (VULLIAMY G., 1976, p. 25). Con este reduccionismo en la práctica cotidiana de lo que son los contenidos de la educación musical se contribuye también a divulgar la falsa asunción de que la mayoría de las personas carecen de facultades para la música.
En fin. Hay que tomar en cuenta que este libro fue escrito en 1991, utilizando para ello, en gran medida, bibliografía de las décadas de 1960 y de 1970. Yo creo que ha pasado mucha agua debajo del puente desde esos años. No me parece del todo justo que se acuse al maestro de música de "legitimar" los "gustos" de "la clase dominante" cuando pretende hacer acceder a la música clásica a sus alumnos. Antes bien, al contrario, entiendo que, bien llevado, introducir la música clásica en el aula es una forma de democratizar la cultura.
De todos modos, insisto, creo que este libro es una reflexión imprescindible. Cuesta un poco más de 15 € en cualquier librería, y obliga al educador a pensar sobre lo que, normalmente, en su práctica diaria nunca piensa.